lunes, 30 de septiembre de 2013

GRAMSCI



Gramsci: La educación como política 

Hugo Enrique Sáez  
En este trabajo se sostiene la tesis de que Gramsci modificó la teoría marxista del Estado en el sentido de darle una mayor importancia a los elementos de consenso (pasivo y activo). Desde esa perspectiva se elabora un nuevo  concepto de la educación que rebasa el ámbito de la escuela y resalta la  función pedagógica del Estado por medio de los intelectuales orgánicos, dimensión a la que tanto Marx como Lenin adjudicaron una nula importancia. La principal consecuencia de esta posición radica en el hecho de que la crisis económica no es insuperable para el capitalismo. Por último, se enfatiza el carácter visionario de Gramsci para entender los mecanismos de la globalización para instaurar un Estado de excepción.
Diversos autores han destacado el énfasis que pone Gramsci en la educación y el papel de los intelectuales orgánicos en la conformación de un bloque histórico. En sus escritos el autor modificó la teoría política marxista en un punto central: una clase hegemónica no sólo tiene que ser dominante (dictadura de clase, como sostenía Marx) sino también dirigente (función pedagógica, concepto desarrollado por Gramsci). En ese sentido, el pensador político se inscribe en una larga tradición de la península italiana que rescata el significado del humanismo, al que Heidegger desacreditara en 1946 cuando presentó aquella célebre Carta sobre el humanismo. Desde la cárcel, en el contexto del fascismo, Gramsci se apoya en una antigua corriente de pensamiento para definir una antropología política que en principio supone un enfoque sobre el humanismo que rompe con la estrecha concepción burguesa del humanismo. A fin de desarrollar estas ideas novedosas del político comunista, en el presente trabajo se toma como hilo conductor la idea de humanismo sostenida por Todorov en un revelador libro:

El humanismo es, para empezar, una concepción del hombre, una antropología. El contenido de ésta no es rico. Se limita a tres rasgos: la pertenencia de todos los hombres, y ellos solamente, a una misma especie biológica; su sociabilidad, es decir, su dependencia mutua no sólo para alimentarse y reproducirse, sino también para convertirse en seres conscientes y parlantes; y, finalmente, su relativa indeterminación y, por tanto, su posibilidad de internarse en elecciones distintas, constitutivas de su historia colectiva o de su biografía, y responsables de su identidad cultural o individual [1998:327].
Las razones por las que he escogido este punto de vista radican en lo siguiente. Primero, se trata de oponerse con estas categorías a ciertas corrientes filosóficas que saludan con optimismo el advenimiento de una sociedad manipulada por medio de la tecnología, y se refugian en una idea generalizadora de la educación como domesticación, tomando como referencia las posiciones de Heidegger mencionadas más arriba.1 En segundo término, me adhiero a la tesis según la cual en la base de toda concepción educacional se halla una antropología. Por último, Gramsci revoluciona la antropología (y por consiguiente, la idea de educación) subyacente a la teoría marxista, además de intervenir en la polémica coyuntural sobre el tipo de escuela más adecuado para las masas.




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