Hugo Enrique Sáez
En este trabajo se sostiene
la tesis de que Gramsci modificó la teoría marxista del Estado en el sentido de
darle una mayor importancia a los elementos de consenso (pasivo y activo).
Desde esa perspectiva se elabora un nuevo concepto de la educación que rebasa
el ámbito de la escuela y resalta la función pedagógica del Estado por
medio de los intelectuales orgánicos, dimensión a la que tanto Marx como Lenin
adjudicaron una nula importancia. La principal consecuencia de esta posición
radica en el hecho de que la crisis económica no es insuperable para el
capitalismo. Por último, se enfatiza el carácter visionario de Gramsci para
entender los mecanismos de la globalización para instaurar un Estado de
excepción.
Diversos
autores han destacado el énfasis que pone Gramsci en la educación y el papel de
los intelectuales orgánicos en la conformación de un bloque histórico. En sus
escritos el autor modificó la teoría política marxista en un punto central: una
clase hegemónica no sólo tiene que ser dominante (dictadura de clase, como
sostenía Marx) sino también dirigente (función pedagógica, concepto
desarrollado por Gramsci). En ese sentido, el pensador político se inscribe en
una larga tradición de la península italiana que rescata el significado del
humanismo, al que Heidegger desacreditara en 1946 cuando presentó aquella
célebre Carta sobre el humanismo. Desde la cárcel, en el contexto del fascismo,
Gramsci se apoya en una antigua corriente de pensamiento para definir una
antropología política que en principio supone un enfoque sobre el humanismo que
rompe con la estrecha concepción burguesa del humanismo. A fin de desarrollar
estas ideas novedosas del político comunista, en el presente trabajo se toma
como hilo conductor la idea de humanismo sostenida por Todorov en un revelador
libro:
El humanismo es, para empezar, una
concepción del hombre, una antropología. El contenido de ésta no es rico. Se
limita a tres rasgos: la pertenencia de todos los hombres, y ellos solamente, a
una misma especie biológica; su sociabilidad, es decir, su dependencia mutua no
sólo para alimentarse y reproducirse, sino también para convertirse en seres
conscientes y parlantes; y, finalmente, su relativa indeterminación y, por
tanto, su posibilidad de internarse en elecciones distintas, constitutivas de
su historia colectiva o de su biografía, y responsables de su identidad
cultural o individual [1998:327].
Las razones
por las que he escogido este punto de vista radican en lo siguiente. Primero,
se trata de oponerse con estas categorías a ciertas corrientes filosóficas que
saludan con optimismo el advenimiento de una sociedad manipulada por medio de
la tecnología, y se refugian en una idea generalizadora de la educación como
domesticación, tomando como referencia las posiciones de Heidegger mencionadas
más arriba.1 En segundo término, me adhiero a la tesis según la cual en la base
de toda concepción educacional se halla una antropología. Por último, Gramsci
revoluciona la antropología (y por consiguiente, la idea de educación)
subyacente a la teoría marxista, además de intervenir en la polémica coyuntural
sobre el tipo de escuela más adecuado para las masas.
Enlace del
texto: http://148.206.107.15/biblioteca_digital/articulos/12-319-4990ypm.pdf
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